Por José Ignacio Sbrocco
De la Redacción de LA NACION
"Si me llaman a declarar a Miami, voy." Victoria Bereziuk rompía el silencio por primera vez. Se la notaba un poco nerviosa cuando LA NACION la encontró en la puerta de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), el miércoles por la noche, al salir del seminario "Grandes filósofos de la política".
Pasaron poco más de cinco minutos, hasta que un hombre la buscó en la puerta de la universidad en un Volkswagen Bora plateado. "Me tenían que esperar para ir a cenar; tengo hambre", dijo antes de responder unas preguntas sobre el caso de la valija con 800.000 dólares que se intentó pasar en Aeroparque el 4 de agosto del año pasado.
Ella era una de las pasajeras del avión alquilado por Enarsa que llegó desde Caracas con la valija: también viajaron su ex jefe Claudio Uberti; el empresario Guido Alejandro Antonini Wilson; el titular de Enarsa, Exequiel Espinosa, y Daniel Uzcátegui, hijo del entonces presidente de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) para la región, más los empleados de la petrolera venezolana Ruth Behrends, Nelly Cardozo y Wilfredo Avila.
"Si me llaman a declarar a Miami, voy; pero aún no recibí ninguna citación. En ese caso, designaré un abogado que me asesore", dijo a LA NACION la mujer que fue una de las protagonistas en la relación comercial entre la Argentina y Venezuela chavista.
Elegantemente vestida, bien maquillada y más delgada que en las fotos que se conocen de ella, Bereziuk salió por la puerta principal de la universidad como una alumna más. Ante la presencia de LA NACION, sacó el celular de su cartera e hizo un llamado telefónico para avisar que "estaba lista". Ese día había asistido a una clase dictada por el profesor de la UTDT Darío Roldán sobre Jean-Jacques Rousseau.
Bajo perfil "Yo siempre fui de bajo perfil, no me estoy escondiendo de nadie", agregó la ex secretaria de Uberti en el Organo de Control de Concesiones Viales (Occovi). En ese momento, Bereziuk gozaba de casi tanto poder como su jefe y, además, tenía línea directa con el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y con el presidente de Pdvsa, Rafael Ramírez.
Bereziuk, de 30 años, sigue de cerca lo que pasa en el juicio en Miami en el que se juzga a Franklin Durán, agente venezolano acusado de realizar tareas de espionaje en los Estados Unidos. "Leo todo lo que sale en los diarios -añadió-. Es el tema del momento."
Pero parece que ese viaje no le trae gratos recuerdos a quien en su momento se codeó con lo más alto de la política argentina y venezolana. Inmediatamente, minimizó su papel en el viaje. "Yo sólo era una de las pasajeras del avión", dijo. En ese vuelo, se descubrieron 800.000 dólares. Y Antonini afirmó en los Estados Unidos que además habían arribado otros 4,2 millones de dólares que serían para la campaña de Cristina Kirchner. "No voy a hablar del caso, todo lo que sé lo dije en la Justicia." En los tribunales, había dicho que Antonini había asistido a un acto del que participaron el ex presidente Néstor Kirchner y Chávez en la Casa Rosada. Luego, fueron a cenar al restaurante Rosa Negra, en Martínez, de donde Bereziuk es oriunda.
Aquella noche ya parece lejana. Antonini, que había invitado esa cena, la complicó cuando declaró en la Corte de Miami. Además, la esbelta ex secretaria está incriminada en las grabaciones del FBI y en la carta que éste le envió a Chávez. En esa misiva, Antonini afirmó que tomó la valija en un "gesto caballeroso" hacia Bereziuk. En su favor, la ex agente de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) que descubrió el contenido de la valija, María del Luján Telpuk, ni la mencionó.
A miles de kilómetros del juicio, Bereziuk sonreía. Parecía contenta a pesar de que su vida cambió rotundamente desde la inolvidable madrugada del 4 de agosto del año pasado. En abril pasado, abandonó su cargo en el Gobierno, casi diez meses después del episodio en Aeroparque.
Finalmente, su llamado telefónico tuvo efecto. Un Volkswagen Bora plateado tocó la bocina. "Me buscan, me voy a cenar." Bereziuk sonrió y se despidió con un beso.
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