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Aníbal Fernández, el ministro sin vergüenza


Caricatura: José Serrudo (www.serrudo.com)

Dice cosas sin sonrojarse, aunque fueran una barbaridad. Aníbal Fernández, el ministro de la “lengua filosa”, construyó su propio personaje en base a declaraciones explosivas, aunque de dudosa veracidad. Muy celoso de lo que se dice en los medios, su oficina está equipada con tecnología de punta para monitorear la “construcción del relato”.
Pero la última semana fue capaz de romper su propio récord, que pone en duda su título de abogado.
El jefe de Gabinete admitió que dio la orden a la policía de no cumplir un fallo judicial porque era inconstitucional. Allí es donde dejó el hueco que pone en duda la validez de su título universitario. No necesitaba leer mucho la Constitución Argentina para conocer que la Nación adopta para su gobierno la forma republicana, es decir, la división de poderes en Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Lo dice el primer artículo de la Carta Magna. Pero Aníbal Fernández, como jefe de Gabinete del Gobierno, ordenó que no se cumpla una disposición de la Justicia.
El otro dato que permite sospechar de una de sus profesiones –también es contador– es que el único poder que puede decir si una ley es constitucional o no, es la Justicia. Nunca un funcionario. No importó y demostró que no tiene vergüenza de decir lo que sea con tal de defender al Gobierno.
Este año que termina fue productivo para el funcionario. Escaló en el organigrama oficial. Pasó de ser el ministro de Justicia a jefe de Gabinete. Es, junto con el ministro de Planificación Federal Julio De Vido, uno de los pocos sobrevivientes en el gobierno kirchnerista que arrancó en 2003.
También lo fue en declaraciones periodísticas, aunque tuvo dos grandes baches. El primero fue que había dicho que no se iba a estatizar el fútbol y la Casa Rosada lo anunció justo una semana después. En una conferencia de prensa dijo: “Soy dueño de cambiar de opinión cuando se me plazca”.
El otro yerro, quizás más notable fue que mantuvo durante dos años la idea que el empresario venezolano Guido Alejandro Antonini Wilson no había pisado la Casa Rosada, pese a que en la Justicia habían testimonios que así lo indicaban. Justificaba su postura en que el enigmático empresario no figuraba en los registros oficiales. Incluso, cuando apareció el video grabado por Canal 7 –la TV pública– lo desconoció. Luego tuvo que dar marcha atrás. Pero, otra vez, sin ponerse colorado.
Los días del funcionario no serán tranquilos. La oposición busca aprobar una moción de censura, que es el paso previo a la destitución. El funcionario espera no tener que esconderse en el baúl de un auto, como en octubre de 1994, cuando estuvo prófugo de la Justicia por supuestas irregularidades en los fondos de la Municipalidad de Quilmes que gobernaba en ese entonces.

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