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No aclaren que oscurece

Por: Ricardo Roa (rroa@clarin.com)
EDITOR GENERAL ADJUNTO DE CLARIN

El Gobierno le puso altoparlantes al término transparencia cuando estatizó el fútbol. Y con bombos y platillos anunció también que no le saldría un peso al Estado. Dos semanas y un giro a la AFA de entre 100 y 200 millones después, nadie sabe qué firmó ni de dónde viene el dinero. Un diputado pidió informes (ver Pedido de informes en Diputados por el contrato).
De la mano de Moreno, el Indec se volvió una máquina de distorsionar. Había que enfriar como fuera el termómetro de los precios para reducir el impacto público de los bonos atados a la inflación. Nada que pudiera ser admitido labios hacia afuera. Ahora sí reconocen que hubo un problema. ¿Y de quién?: de la gente que desnudó la maniobra. Todo igualmente transparente: impunidad para los que mienten. Amenaza de castigos contra los que denuncian (ver INDEC: el Gobierno hace juicio a los técnicos que echó Moreno).
Pero entre lo que se dice y lo que es no hay mayor perversión que la del marketing de los derechos humanos. Apropiarse del heroísmo ajeno para justificar cualquier cosa. Desde los cambios en el fútbol hasta el proyecto contra los medios, que "avanza en la dirección de cercenar la libertad de expresión y el control estatal", según denunció O Estado de Sao Paulo (ver Duro editorial de un diario brasileño contra el proyecto).
Amparados en la épica progresista de los 70, los Kirchner encubren una práctica clásica de la ultraderecha: confiscar el espacio del periodismo. Los argumentos son de izquierda: democratizar y combatir los monopolios. El modelo, bien de derecha: manejar la agenda y la información desde el Estado. Que la sociedad escuche pero no hable. Ningún contrapoder para limitar al Gobierno.
Un aparato estatal copiado del esquema franquista y chavista. A dos años de las elecciones, los K se apuran para que haya más propaganda y menos periodismo. El periodismo real es otra cosa. Y es la mejor vacuna contra el fascismo.

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