“En Tucumán no volaba ni un pájaro si no lo sabían ellos”. La frase que utilizó el fiscal Alfredo Terraf en su alegato describe el poder que tuvieron Antonio Domingo Bussi y Luciano Benjamín Menéndez en la última dictadura militar para ejecutar “el plan tenebrosamente planificado para el aniquilamiento de personas”.
Menéndez, ex jefe del III Cuerpo del Ejército en Córdoba, era el superior inmediato de Bussi, que se desempeñaba como jefe de la V Brigada de Infantería de Tucumán. En esa provincia, ambos están imputados en más de 600 expedientes por violaciones de los derechos humanos.
Los dos jefes militares, según el fiscal, estaban al tanto de todo lo que sucedía en la provincia: incluido las torturas, los secuestros, las desapariciones y los asesinatos. Menéndez, además, controlaba “la lucha contra la subversión” en otras nueve provincias del país. Un poder que en ese entonces no conocía fronteras.
Bussi y Menéndez acuñaron fama de “recios” y, dentro del Ejército, pertenecían al sector conocidos como “Los Duros”, y se oponían a cualquier intento de diálogo político.
Menéndez fue uno de los impulsores de declarar la guerra a Chile por el canal de Beagle. Se le atribuye una frase que desató polémica, pero que sirve para ilustrar el pensamiento del militar: “Si nos dejan atacar a los chilotes los corremos hasta la isla de Pascua. El brindis de fin de año lo haremos en el Palacio La Moneda y después iremos a mear el champagne en el Pacífico.”
Bussi atendía las cuestiones domésticas de la provincia. Ejecutó un plan de obras públicas, controló los medios de comunicación y se jacta de haber establecido el orden en la provincia. A cambio de muertes, desaparecidos y torturas. Pero los tucumanos se lo reconocieron y lo consagraron gobernador, intendente, diputado nacional y convencional constituyente con el voto popular.
Tal vez los ex jefes militares pensaron que nunca tendrían que enfrentar a la Justicia sobre los oscuros episodios de la década del setenta.
Los tiempos cambiaron y se diluyó el poder que adquirieron en la época más nefasta del país. A 32 años del inicio del Golpe de Estado, los militares también perdieron parte de sus fuerzas. Menéndez y Bussi nunca fueron grandes amigos. Eran superior y subordinado. Tenían una relación cordial. El destino quiso que esa relación mejorara mientras estuvieron detenidos en el ex Arsenal –donde, vaya paradoja, funcionó un centro clandestino de detención–.
Allí comenzó un nuevo capítulo que los uniría para siempre. Ayer fueron condenados a prisión prepetua por los delitos aberrantes contra la dignidad humana.
Ahora sólo queda evitar que se lleven la historia de los desaparecidos a sus tumbas.
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